jueves, 23 de junio de 2011

Sociedad de consumo - Eduardo Galeano




Los expertos saben convertir  a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascendencia social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?


Eduardo Galeano

sábado, 4 de junio de 2011

Niña Bonita - Ana María Machado


Niña Bonita


Había una vez un niña bonita, bien bonita.

Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes.
Su cabello era rizado y negro, como hecho de finas hebras de la noche. Su piel era oscura y lustrosa, más suave que la piel de la pantera cuando juego con la lluvia.
A su mamá le encantaba peinarla y a veces le hacía una trencitas todas adornadas con cintas de colores. Y la niña bonita terminaba pareciendo una princesa de las tierras de África o un hada del Reino de la Luna.
Al lado de la casa de la niña bonita vivía un conejo blanco, de orejas color rosa, ojos muy rojos y hocico tembloroso. El conejo pensaba que la niña bonita era la persona más linda que había visto en toda su vida. Y decía:
- Cuando yo me case, quiero tener una hija negrita y bonita, tan linda como ella...
Por eso, un día fue adonde la niña y le preguntó:
- Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó.
- Ah, debe ser que de chiquita me cayó encima un frasco de tinta negra.
El conejo fue a buscar un frasco de tinta negra. Se lo echó encima y se puso negro y muy contento. Pero cayó un aguacero que le lavó toda la negrura y el conejo quedó blanco otra vez. Entonces, regresó adonde la niña y le preguntó:
- Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó.
- Ah, debe ser que de chiquita tomé café negro.
El conejo fue a su casa. Tomó tanto café que perdió el sueño y pasó toda la noche haciendo pipí. Pero no se puso negro.
Regresó entonces adonde la niña y le preguntó otra vez:
- Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía, pero inventó:
- Ah, debe ser que de chiquita comí mucha uva negra.
El conejo fue a buscar una cesta de uvas negras y comió y comió hasta quedar atiborrado de uvas, tanto, que casi no podía moverse.
Le dolía la barriga y pasó toda la noche haciendo pupú.
Pero no se puso nada negro.
Cuando mejoró, regresó adonde la niña y le preguntó una vez más:
- Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?
La niña no sabía y ya iba a ponerse a inventar algo de unos frijoles negros cuando su mamá, que era mulata linda y risueña, dijo:
- Ningún secreto. Encantos de una abuela negra que ella tenía.
Ahí el conejo, que era bobito pero no tanto, se dio cuenta de que la madre debía estar diciendo la verdad, porque la gente se parece siempre a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos y hasta a sus parientes lejanos. Y si él quería tener una hija negrita y linda como la niña bonita, tenía que buscar una coneja negra para casarse.
No tuvo que buscar mucho. Muy pronto, encontró una coneja oscura como la noche que hallaba a ese conejo blanco muy simpático. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un montón de hijos, porque cuando los conejos se ponen a tener hijos, no paran más. Tuvieron conejitos para todos los gustos: blancos, bien blancos, blancos medio grises, blancos manchados de negro, negros manchados de blanco, y hasta una conejita negra, bien negrita. Y la niña bonita fue la madrina de la conejita negra.
Cuando la conejita salía a pasear siempre había alguien que le preguntaba:
- Coneja negrita, ¿cuál es tu secreto para ser tan bonita?
Y ella respondía.
- Ningún secreto. Encantos de mi madre que ahora son míos.

Ana Marìa Machado


jueves, 2 de junio de 2011

MUNDO GRANDE - Carlos Drummond de Andrade



No, mi corazón no es mayor que el mundo.
Es mucho menor.
En él no caben ni mis dolores.
Por eso me gusta contarme.
Por eso me desnudo,
por eso me grito,
por eso frecuento los periódicos, me expongo crudamente en las librerías:
necesito de todos.

Si, mi corazón es muy pequeño.
Sólo ahora veo que en él no caben los hombres.
Los hombres estàn aquí afuera, están en la calle.
La calle es enorme. Mayor, mucho mayor de lo que esperaba.
Pero tampoco en la calle caben todos los hombres.
La calle es menor que el mundo.
El mundo es grande.

Tù sabes qué grande es el mundo.
Conoces los navíos que llevan petróleo y libros, carne y algodón.
Viste los diferentes colores de los hombres,
los diferentes dolores de los hombres,
sabes qué difìcil es sufrir todo eso, amontonar todo eso
en un sólo pecho de hombre... sin que estalle.

Cierra los ojos y olvida.
Escucha el agua en los vidrios,
tan calma. No anuncia nada.
Mientras se escurre en las manos,
¡tan calma!, lo va inundando todo...
¿Renacerán las ciudades sumergidas?
Los hombres sumergidos - ¿volveràn?

Mi corazón no sabe.
Estúpido, ridículo y frágil es mi corazòn.
Sòlo ahora descubro
que triste es ignorar ciertas cosas.
(En la soledad del individuo
olvidé  el lenguaje
con que los hombres se comunican)

Antaño escuché a los àngeles,
las sonatas, los poemas, las confesiones patéticas.
Nunca escuché voces de gente.
En verdad soy  muy pobre.

Antaño viajé
por países imaginarios, fáciles de habitar,
islas sin problemas, no obstante agotadoras y convocando al suicidio.

Mis amigos partieron a las islas.
Las islas pierden al hombre.
Entretanto algunos se salvaron y
trajeron la noticia
de que el mundo, el mundo grande està creciendo todos los dìas,
entre el fuego y el amor...


Entonces, mi corazón también puede crecer

Entre el amor y el fuego,
entre la vida y el fuego,
mi corazòn crece diez metros y estalla.
-¡Oh vida futura!, nosotros te crearemos.

Carlos Drummond de Andrade



Estadísticas

Lista de Música